Insurgentes. Int 8

Es un edificio añejo, de aquellos donde impone el abandono que lo hace perdidizo, donde imaginas leyendas de aquellas oscuras entre sus espacios y pasillos. Subes escaleras y aún sus faroles tiran el polvo de viejas historias.
Olvidas el tiempo entre un mundo apresurado, te internas, todo es viejo sin ser melancólico, y todo es reciente por ser tan exacto, ves tu mundo acumulado, jactado de moderno mutado en algo sin sentido en algo tan finito, te ubicas en el ser más fortuito, en el ser que busca y se pierde en su propia levedad.
No existes por momentos, te gusta la luz que da en tu cara, y olvidas el tumulto en las aceras, datas el tiempo que quieres y te encuentras con lo que es, eres, serás.
Te olvidas de lo que se pretende y recuerdas que no existe un final, pero siempre se tiene que andar.
Tres lugares siempre sin ocupar, una mesa con un frutero vacío, fingen un punto de encuentro con tres desconocidos. Pilas de libros te pillan para no eludir la realidad, la siembra sobre la mesa los desnuda.
Pasa gente por las estancias y escuchas historias que sabes el miedo no te dejaría vivir.
Abres tu puerta y convives con niñas que crecen rápido, con hombres que son mujeres, y mujeres que son hombres, con gente que vive triste, y otros que se flagelan para estar contentos.
Sabes que tu mejor voz es el silencio. Y que lo pienses y digas no existe, respiras y sientes, respiras y amas, respiras y andas…



La orilla no es el fin de las cosas,
Hay veces que hay que dejar de esperar y sólo continuar.

2 comentarios:

Manu Ureste dijo...

Madre mía Deniche... menudo post comadre! Sin palabras. MAESTRA!

Manucho

Anónimo dijo...

Está muy chingon. Ser parte de esas palabras es un reflejo.
c.

 

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