Crónica de su invertida introspección


Se había puesto el atavío, aquél que cuando porta le da una cierta liviandad a la formalidad, sin perder la clase o estilo que la seriedad amerita. Pretendía sugerir con su ropa el no tener miedos, mucho menos dudas, insinuando poder adaptarse a cualquier entorno social, sin hundirse en el intento. Buscaba en su espejo ultimar el maquillaje que momentos antes corregía su rostro, en su mente giraba la idea que declaraba su mirada –Tal vez era demasiada gravedad, es sólo una noche y mis dudas quedarán resueltas-, su cuerpo se erizó ante su propia declaración, el pensar tal cosa la cohibía, sintió la mirada fría de aquel Jesús imponente desde el marco de su puerta. Bajó la mirada, tomó sus llaves y articuló: ¡Me voy, regresaré más tarde!, sabía perfectamente la pregunta que seguiría, de la cuál días antes había planeado la respuesta -Iré al salón 21-, había decidido esa réplica dado su contexto, una niña de 19 años, de familia conservadora, no podía darse el lujo de hablar abiertamente sobre el acto de ir a un lugar denominado por sus familiares como “de invertidos”, además de que sería una excelente mentira dado que el lugar donde verdaderamente se encontraría se hallaba justo enfrente.

Fuera de su casa, ya se daban a notar sus amigos, quienes la esperaban inmersos bajo la trillada tonada de el más reciente hit estadounidense, y bajo la desesperación de que su alaciado no era perfecto y la cera no les ayudaba. Cuatro muchachos carismáticos, vestidos con ropa de las más costosas marcas, pulcros como muñecos de porcelana la invitaban a formar parte de su comitiva. Ella les sonrío, bromeando consigo misma..–Tanta progesterona en ellos, hace ver mi excedente de testosterona-

Dentro del automóvil los comentarios prevalecientes era la emoción de que después de varios meses este antro por fin fue reabierto. Lo difícil que fue conseguir las invitaciones. Uno de los chicos ojeaba una revista, pero al momento de llegar a la página donde una afamada modelo portaba un estilo diferente, el carro frenéticamente se detuvo. Todos prestaron atención a cada prenda, objeto, chucheria que vestía, memorizando elemento por elemento, Cualquiera que pudiera verlos llegaría a pensar que se encontraban sencillamente viendo pornografía.

Llegaron al lugar, a la calle Moliere, autor francés cuyas obras irónicamente hacen referencia a las hipocresías de su tiempo mediante la mofa. Una turba se encontraba dividida, la burla era clara, en este lugar no existía el elitismo liderado por el vulgar cadenero, era la fragmentación social, aquí no importaban rasgos raciales, la división la imponía el dinero. Lo curioso era que los mejor recibidos eran aquellos que no pagaban, una invitación les ameritaba la entrada, mientras que los impopulares antisociales se trasmutaban en menesterosos, teniendo que esperar más tiempo para entrar.

Al llegar al fin a la puerta, después de encontrarse varada en una arteria predominante de la ciudad donde había sido flanco de transeúntes cuyas miradas penetrantes la apabullaron, siendo algunas respetuosas, otras burlonas, sarcásticas y otras de esas que se perfilan con indicios homofóbicos, Empezó a sentir nervios, delante de ella dos muchachas agarradas de la mano refrendaban su relación, detrás dos hombres comenzaron a unir sus labios mientras sus manos se perdían en los pantalones, ante esta situación tan lejos de lo cotidiano, de lo común, de lo aceptado, perdió la noción de abrir su mente, pareciera que por unos instantes se encontraba inconsciente, mostraba su desvarío al caminar, encontraba todo confuso, cierta morbosidad le atraía pero a la vez algo le indicaba negación, entre su sofocamiento intempestivamente sintió unas manos recorrer su cuerpo. Estas empezaron palpando su espalda, continuaron por su cintura. Sabía que la manera en que estaba siendo tocada, no contenía sutileza, más bien fue de manera ultrajante, abrasiva, llegó a pensar en presentarse, sí ya sentía tanto derecho sobre ella, mínimo debería conocer su nombre. La mujer le preguntó algo, debido al estruendo no escuchó bien, ésta se lo repitió en voz más alta -Tenemos que revisar tu bolsa- con una sonrisa que en parte la tranquilizó y en parte la avergonzó, finalmente permitió terminara el acto.



Perdida en la multitud decidió llegar a un lugar donde pudiera concentrarse, un lugar estratégico donde el análisis y reflexión mediante la observación pudieran ser ejecutados. Se decidió por dejar su abrigo que en parte ya le entorpecía, el detalle era tener que subir una gran escalera que era custodiada por un par de individuos quienes daban un ensayo fiel de la pasión, sin poder definirles el género, se armó de valor, fijó su mirada en los peldaños, enderezó su postura y comenzó a acercarse, sabía muy bien que se encontraba nerviosa, que era uno de aquellos momentos donde la humillación la acechaba, donde sus piernas podrían falsear o su boca tartamudear. Sintió una mano en su hombro, de nuevo empezó a enardecer, queriendo no llevarse otra sorpresa, volteó rápidamente, encontrándose con uno de su comitiva, este le acompañó hasta el guardarropa mientras le comentaba que se encontraba extralimitado el cupo de gente,

-De verdad que nunca había visto el lugar así, para ti va a ser una lástima que la mayoría de las mujeres sean bugas.

¿Bugas..?, ¿Qué significaba eso?, sabia que se trataba de un modismo para definir heterosexualidad, pero se molestó al ver que este individuo lo expreso como si se tratara de algo obvio, ella nunca se había declarado así, si bien se juntaba con un grupo de personas que tendían a gritarlo con sus amaneramientos y vestimentas, ella pensaba que era vista como alguien tolerante, como alguien que aceptaba todo tipo de gente, hasta tuvo el valor de denominar el punto de reunión donde ella y sus amigos descansaban en la universidad “como la ollita de oro”, lugar donde acaba el arcoiris.

Muchas ideas llegaron a su mente. Pudiera ser que su amigo tenía aquella idea debido a que ambos estudiaban una ingeniería donde el género masculino prevalecía, que él sabía desde preparatoria que ella siempre se encontraba sumergida en sus estudios, que la beca de excelencia le aletargaba una vida social, o tal vez el formar parte un equipo de soccer podía hacerle ver ciertas características lésbicas, pero lo que de verdad le molestaba era que a su conciencia le causara tanto ruido, porque sin importarle lo que la gente pensara, no podía sostener su postura.

El punto estratégico se convirtió en una mala idea, el amigo ansioso esperaba terminar la transacción para poder bajar y empezar a divertirse, llegaron varios a saludarlo, quienes al retirarse, fueron etiquetados por aquel individuo, quien después de declararla lesbiana, se permitía adjudicarle a sus conocidos sobrenombres tales como jota para los que recaían en lo ridículo, en lo sobreactuado, que llegan hasta modular la voz para encontrarse más femeninos, denominaba megas como los más hermosos del lugar, cuyo cuerpo podía ser comparado con dioses griegos, y era abrigado por vestiduras finas y atrayentes. Llamaba chichifos a esos que andaban solo buscando quien les mantuviera la noche. Este conflictivo personaje admitió “chichifear” ocasionalmente pues en parte le servía para conocer infinidad de gente.

Encontraron pronto a los demás, de una comitiva de 5 personas, se había convertido en un grupo de más de 15, entre ellos mujeres y hombres, todos intentando bailar la música que el DJ galardonado ofrecía, esto se convertía en una hazaña imposible, un lugar de 500 se convertía en sitio de miles, apenas alzaba el brazo y llegaba a palpar quien sabe que cosas. Se pudo percatar que dos de ellas eran pareja por la manera en que una celaba a la otra, sin entender porque, bajo la mirada, talvez no quería ser pauta para que un par se convirtiera en tres, o peor aún en solo una. Pidió a uno de sus amigos la acompañara por algo de beber. Llegar a la barra demoró un poco, en el camino un grupo de hombres en mezclilla descamisados enseñando sus firmes pectorales habían atareado el paso, sus ojos estaban perdidos, quiso pensar que era causa de la música pero cierto era que pudiera ser algún tipo de estupefaciente, trato de evadirlos. Ellos ni siquiera se percataban de su presencia. Se sintió subestimada por un grupo de exhibicionistas que por tener un cuerpo realzado sentían derecho de menospreciar a los demás.

Sumergida en esta reflexión, volteó a los diferentes lados de lugar. Sintió un gran vacío. En pequeñas plataformas, se encontraban hombres en tanga bailando e insinuando asqueantes fantasías a sus espectadores. Algunos de ellos de edad adulta y tendencias pedofílicas, traían adolescentes para divertirlos. A ella eso le olió a sexo, un sexo barato, un sexo frustrado. Vio como ellos idolatraban al sexo, como caían en un gran vacío, como estaban obsesionados con ello como se convertían en unos neuróticos déspotas por no tenerlo, por necesitarlo, por exhibirlo.

Pidió una copa de nada que logro recorrerle en su mente, aquel nombre, sintió la necesidad de llamarla, debajo de todas esas luces neón quería valiera la pena su aventura, quería enunciar su nombre, osar procurarla en aquel lugar que le era permisible desenfrenar el sentimiento encontrado, quería conocerse, entenderse porque de pronto la alternancia le pertenecía, porque empezó a nadar en aguas que no conocía y aprendió sus rutas con la facilidad en que el sueño se le hace entendible solo mientras duerme.

La bebida desenfreno su ilusión, pidió después un vodka y se separo de su acompañante, camino hacia donde más tumulto había, observaba y sonreía, de pronto se hallaba correspondiendo miradas y sonrisas a mujeres que durante su caminar le ofrecían, era tan vulnerable, parecía un pequeño intentando conocer el mundo, al llegar al centro de la pista, la luz iluminaba su cara, la música petrificaba sus oídos. Nada le parecía extraño. Cerro los ojos, levanto los brazos, se dejaba llevar por la oleada de gente, un mesero preguntó si se le ofrecía algo de tomar, ella pidió más de lo mismo, una mujer se acercó para preguntarle su nombre, entre el mareo y la disparidad de la realidad, no dudo en contestarle. Sufrió de un sacudimiento extraño, que agito sus ideas dándole el impulso de acercarse, de estrecharla, preguntar su nombre y hasta besarla.

Alguien por detrás le dijo que era tiempo de retirarse, intentó voltear moviendo toscamente a la gente a su alrededor, se preguntaba ¿a retirase?..Pero a dónde!..El muchacho le pidió que le diera el boleto para sacar el abrigo del guardarropa y que en 10 minutos la esperaba en la puerta, ella sin entender nada, se despidió, sin recordar el nombre, ni la cara de aquella atrevida, empezó a caminar rumbo a la puerta, vio su comitiva anonadada por su comportamiento, uno de ellos expresaba –Lo sabía- ella de verdad no sabía lo que el sabía, sólo sentía entumecido el estómago y ardor en sus ojos.

Al salir del antro, la calle estaba desierta. Una infinidad de carros esperaban impacientes a sus chóferes, ella caminaba intentando seguir al de adelante. Un abrupto dolor de estómago le hizo expulsar toda su copa de nada, todo su vodka, todo su orgullo, subió al carro con dificultad, empezando a remembrar lo sucedido, cerró los ojos de una forma arrepentida, pidió perdón a su conciencia, pero era demasiado tarde, había afrontado que tenía dudas, que enunciaba un nombre de un género diferido, y sólo en un ambiente como el de aquella noche le había hecho permisible entenderlo.

En el trayecto a casa, aún en su mente circundaba una duda, con el pretexto de estar perdida en la embriaguez preguntó a quien le entregaba su abrigo, ¿por qué llegaste a pensar que no soy buga?, El sencillamente contesto -Desde que llegamos no mencionaste el gusto o atracción por algún hombre, y seamos sinceros, hubieron hombres bastante apuestos.

Taciturna llegó a casa, ni siquiera la excelsa tranquilidad de su hogar la apabulló, sentía cierto temor por una reprimenda, como si la desorganización que había provocado en su ser, hubiera sido un alarido que todos escuchaban, y algunos empezaban a lamentarse.

La hora no exageraba, ni tendría que prender fulgores, la tolerancia y la decencia en sus segundos seguían intactas, características que bajo sus faldas ella envidiaba, deseaba exigirle al tiempo que sino podía volver al menos se detuviera, más este sin embargo la avergonzaba remembrándole a cachetadas lo que en sus circunstancias le había hecho pasar.

Entró a su recámara, inmersa en la nostalgia de tiempos anteriores, se preguntaba hasta donde su vida era mentira, hasta donde lo real fue ficticio, pero entre más preguntas tenía, mas ambigüedades aparecían. La resonancia de aquel nombre fue lo que le impedía retractarse, le impedía dejar atrás la embriaguez, porque por más furtivo que era el pensamiento, más abrasivo el sofocamiento. Tentada en llamarla cayó en un profundo sueño, el cual armoniosamente le vislumbró abiertamente su atemporal verdad.

En él encontró la manera de extraviarse un momento, de enfriarse la cabeza, detuvo el tiempo, huyó de ansiedades, y dejo de palidecer por las verdades. Logró refugiarse en sus brazos, se sometió a encontrar detalles que le permitieran tener más asegurado el cariño de sus fuerzas, halló la manera de evitar la pesadumbre de su cotidianidad. Sació fugazmente aquella, su profunda necesidad que la ensoñación sólo logra permitirnos.

Despertó sonriente, relajada, disfruto el regaderazo tal como si resistiera un manantial, preparó sus vestimenta, pensando que en cierto tiempo la vería, hablaría con ella, le contaría la aventura de un día antes, y con ello sigilosamente despuntaría cierta insinuación que podría despertar en un tiempo una relación. Ella recordaba como aquella llegó a incitarla, de una manera no casual rozó su piel, de una manera no casual la miró a sus ojos, aún de una manera no casual le sonrió, removiéndole una extraña sensación en sus entrañas, acrecentando su morbosidad, su emoción de tocar, mirar, y sentir.

Al llegar, la buscó, pasó al lado de su grupo de amigos, quienes la miraban cómplices de sus desenfrenos, saludó a su mejor amiga, quién entre miradas sospechó algo de lo que traía entre manos, le pidió le contará pero la necedad de buscarla hizo omitirla, a veces me preguntó si de haber hablado con ella todo hubiera sido diferente, si en ese instante una palabra podría haber cambiado la perspectiva, porque triste fue ver la resolución de tal alegría, de como después de todo, de entenderla y entenderse, de pensar tenerla y así perderse.. hallarse.. abrigarse... sujetarse. La otra simplemente le dijo adiós, un adiós que a ella la retumbo en una vil depresión del corazón, tal vez por miedo, por poco coraje por falta de ilusión, sin entender porqué, aquella no pudo definirle la razón de borrarle la posibilidad de acompañarla.

Ante el hecho de perderla, de verla ajena, después de resolver la encrucijada de averiguar si lo que le retenía era la fuerza del deseo o de poder hacerlo, se ahogó en la melancolía recordando que puede no exista más descanso que el que hay en su abrazo, que no exista más simpatía que la que se mira en sus ojos, aprendiendo que no hay más amor en su vida que su amor, no hay mas delirio en su vida que su sonrisa, no hay más anhelo en su vida que darle su vida. Y es que qué hacer con tal sentimiento que tiene, al pensar en ella, que la llena de ansiedad, que muere por tocarla, por escucharla, por hacerla refunfuñar o al menos sonreír ante la imposición de su presencia, permitiéndole tenerla cerca, buscando labias grandilocuentes para lograr saberla, para lograr tenerla.

Triste fue ver su realidad, alienada de lo que ella creía en un momento ser parte, alejada por la razón que ella buscaba, y sometida por lo que apenas aceptaba, se diluyó en una vergüenza la cuál tardó días en superarla, en aceptarla, y cuando esto fue posible, cuando algo demasiado intolerable para ella termina... el mundo lo sabía, ya era señalada y por lo tanto apabullada. Pero sin más ni más, se enorgulleció de si misma por que fue capaz de ver el sentimiento que desconocía, vio lo que es y será sin ninguna careta, sin ninguna acotación que le siga indicando a donde mirar, se confesó su propia necesidad.

Sin llegar más que al lugar de la bendición, al lugar de la tristeza, a la fatídica terminal donde se saluda y se dice adiós Ella sencillamente se ajusta, se sofoca pero continua su andar....

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